Hablar de territorio implica reconocer las interrelaciones que se entablan en un espacio específico entre sociedad y naturaleza. En otras palabras, las condiciones con las que cuenta un terreno que afectan las actividades humanas y la manera en que estas lo transforman en el marco de la construcción de relaciones sociales. Colombia se caracteriza por poseer altos niveles de heterogeneidad en términos territoriales y poblacionales.
Estas marcadas diferencias han llevado a que los procesos de construcción de Estado y de respuesta a las necesidades poblacionales en temas de justicia, educación y seguridad se hayan concentrado especialmente en las zonas urbanas de los municipios, dejando de lado a la ruralidad. Los impactos del conflicto arma-do también han guardado esta lógica: se han vivido en mayor grado en zonas rurales. Este impacto ha sido resultado de la combinación de una serie de factores: i) distintos grados de presencia del Estado [ 13 ], ii) estrategias de los grupos armados y iii) necesidades de las poblaciones. Esto implica que al hablar de construcción de paz desde las empresas, se deban tener en cuenta las diferencias territoriales y las afectaciones que han tenido en el marco del conflicto armado, a fin de que las acciones que se desarrollen sean contextualizadas y traigan beneficios palpables a las comunidades que habitan allí. Por esta razón, a continuación se presentan cinco mapas que dan cuenta de las diferencias territoriales con miras a la construcción de paz. Estos mapas reflejan una serie de variables que deben ser tenidas en cuenta en el marco de un “posconflicto diferenciado”; es decir, de un periodo de reconstrucción estatal y del tejido social en el que se deben considerar los impactos que trajo el conflicto armado de acuerdo con las diferencias territoriales en las que fueron vividos.