El Índice de Ruralidad refleja la densidad poblacional de los municipios y la distancia de estos con centros urbanos mayores. Su medición toma en cuenta las divisiones político- administrativas, y utiliza la densidad, el tamaño de las cabeceras y la distribución de la población entre la cabecera y el área dispersa como criterios básicos de clasificación.
De acuerdo con el informe presentado en el año 2015 por la misión rural denominado “El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y la paz”, la vida rural sigue teniendo un peso muy elevado: cerca del 60 % de los municipios que tiene Colombia deben considerarse como rurales, y existe, fuera de ello, una población rural dispersa en el resto de los municipios, con lo cual la población rural representa poco más de 30 % de la población del país.
Esta aproximación permite pensar el municipio como un todo, donde lo rural no se reduce a las actividades agropecuarias, sino que otorga una mirada regional de la realidad nacional. Si se relacionan los municipios en los que hay posibilidades de experimentar un posconflicto vio-lento (Mapa 1) y aquellos con altos índices de ruralidad, se observa la correlación entre uno y otro. Esto refleja dos hechos: i) la violencia del conflicto armado golpeó con mayor fuerza a los municipios rurales; y ii) el posconflicto debe ser diferenciado, es decir, debe tener en cuenta los niveles de afectación. Es fundamental pensar la ruralidad para este fin.
Este abordaje permite que las empresas visualicen las zonas del país más afectadas y donde sus acciones de construcción de paz pueden lograr mayor impacto. Esto no quiere decir que una acción de construcción de paz sea exclusivamente rural, sino que se deben contemplar las relaciones regionales y municipales, tanto de las poblaciones como del territorio, para desarrollar acciones que generen beneficio a los actores involucrados.