Como se señalaba antes, lo que tanto se anheló por tan largo tiempo ya es una realidad: el fin del conflicto armado en Colombia. Las FARC han dejado la guerra y el ELN va por el mismo camino sin lugar a dudas. Ahora la tarea que tenemos es reparar el daño que dejó la guerra y crear bases sólidas para que los fenómenos que han alimentado la violencia se transformen y pierdan su capacidad destructiva. Viene una etapa de transición que se denomina posconflicto y que transcurre entre la finalización de la confrontación armada y la extinción del estado alterado que implicaba la guerra.
Su duración oscila entre diez y quince años, dependiendo de la profundidad del daño que la violencia haya causado a todos los niveles –humano, social, económico e institucional–. Para nuestro caso, sería más conveniente pensar en quince años. Este es el periodo en el cual tendremos que emprender las tareas a corto, mediano y largo plazo que sanen las heridas de la guerra y reconstruyan lo destruido, y que además transformen las condiciones que originan o nutren la confrontación bélica. El posconflicto es el momento por excelencia para la construcción de paz.